Lo tenía y se le fue. Una vez más. En vez de divertirse y divertir, el Sevilla se ahogó en la ansiedad de Lopetegui y de un equipo que se ha empeñado en vivir paseando por el miedo que transmite subirse en un alambre. Algo debe cambiar. Los que saben tendrán que analizar por qué una noche de preferia que se pone para ser festiva acaba en desencanto generalizado.
Parece fácil, pero debe ser muy complicado para todos los que viven de la realidad del fútbol, no de nuestra literatura, cerrar un encuentro con el que el Sevilla habría amarrado virtualmente una plaza Champions y habría puesto sobre la mesa su opción a ser subcampeón de LaLiga.
Empató el Sevilla. Tuvo en la mano el triunfo, pero en un reflejo de lo que ha sido la temporada, lo dejó escapar, como ha dejado ir la gloria en Champions, en la Europa League y en la Copa del Rey, con todas las excusas en forma de lesiones a disposición de Lopetegui.
Empate que mantiene vivo al Sevilla en la lucha por la cuarta plaza, pero que supone un freno en su deseo por ser segundo y jugar la Supercopa de España en detrimento del Barça de Xavi, ahora en crisis. Se juegue en Arabia, a donde nunca debió llegar con el sospechoso negocio Rubi-Geri, o en España, de donde nunca debió salir en beneficio de los aficionados.
Salió el Sevilla como debía. Intenso, apretando, sometiendo al Cádiz desde el arranque. Lo que se le demanda a un equipo creado para grandes logros. Julen Lopetegui puso en el campo lo mejor que tenía y en los primeros compases encontró premio a un atrevimiento muy exigido por la grada y poco habitual, sobre todo fuera de casa.
En-Nesyri se reencontró con el gol en un córner perfectamente lanzado por Rakitic. Su cabezazo regaló una momentánea tranquilidad y desactivó a un Cádiz que buscaba jugar contra el reloj.
Lemela,en un córner, le puso toda la picardía del fútbol antiguo de calle. A punto estuvo de sorprender a Ledesma en su lanzamiento directo desde el saque de esquina. Lo intentó también desde fuera del área en un lanzamiento que detuvo sin problemas el meta gaditano.
Poco duró el control del partido. Lo vio fácil el Sevilla, demasiado fácil parecía, y activó la rabia un Cádiz que hizo méritos para empatar. Koundé sacó bajo palos una segunda jugada en lanzamiento de córner del Cádiz, estaba Bono bien colocado para evitar un posible error del central francés, y el propio Bono salvó el tanto gaditano en un gol cantado que tuvo en sus botas Lucas Pérez. Paradón de quien ya ha cumplido los 28 partidos para aspirar a convertirse en el primer ‘Zamora’ de la historia del Sevilla.
El Cádiz sacó el cuchillo entre los dientes en la reanudación y el Sevilla trató de salir, sin éxito en muchos casos, de la presión adelantada con la que trataba de acumular cansancio en las piernas del conjunto de Sergio González.
Mientras Koundé repartía clase de central millonario y hacía méritos con una espectacular arrancada que pudo acabar en penalti, y Acuña sacaba a relucir la categoría de lateral top, el Cádiz iba creciendo y metía miedo poco a poco.
Rakitic, correcto, dejó su puesto a Delayni; y Tacatito dio relevo a Lamela. Se hundió el Sevilla y el Cádiz encontró el premio que buscaba en un libre directo magistralmente lanzado por Lucas Pérez.
Óliver Torres trató de dar al equipo la movilidad que no tenía con Joan Jordán. Y alguna opción más, sin definir, tuvo el Sevilla.
El carrusel de cambios, con el canterano Iván Romero en el campo, de poco sirvió. Empató el Sevilla. Un punto más que deja abierta la pelea por la Champions, con una jornada menos, pero que complica la histórica opción de ser subcampeón de Liga. No hay forma. El Sevilla se ahoga en su propia ansiedad, la ansiedad de Lopetegui.