Ha acabado la temporada con el buen sabor de boca de una histórica clasificación para la UEFA Champions League por tercer año consecutivo, con Bono convirtiéndose en el primer Zamora en la historia del club y siendo el equipo menos goleado de la competición (30 goles encajados, uno menos que el Madrid).
Salvo al campeón de LaLiga, que se le ha sacado 16 puntos (86 ha sumado el conjunto de Carlo Ancelotti, por los 70 del equipo de Lopetegui), el Sevilla le ha plantado cara a otros dos poderosos (Barça y Atlético de Madrid), que sólo ha sumado un punto más (el Atléti, 71) y tres más (el Barcelona, con 73).
Tal vez por esos logros finales, y por las enormes dificultades en forma de lesiones que ha tenido el Sevilla, los sevillistas han terminado dando un notable a la temporada de su equipo. Un notable bajo, eso sí, mucho más cerca del bien que del sobresaliente.
No han pesado en exceso los fracasos en la Copa del Rey, eliminado por un Betis que ha acabado siendo campeón; en la Champions, al no superar un grupo -el G- que parecía asequible (con el Lille, el Salzburgo y el Wolfsburgo); y en la Europa League, cayendo ante octavos ante el West Ham con la ilusión que había generado la final en el Sánchez-Pizjuán.
Ha cumplido con su rol: cuarto presupuesto de LaLiga, cuarto puesto. Con un dato también relevante que fortalece la idea de la continuidad de Lopetegui: junto al Madrid, el Sevilla es el único equipo que sólo ha perdido cuatro partidos esta temporada. Sólo han logrado tumbarle el Granada (1-0), el Madrid en dos ocasiones (2-1 y 2-3) y el Barça (1-0). Seguramente con más gol y con menos problemas físicos en la plantilla, habría tenido muchas más opciones de ser subcampeón.