Las cuatro patas astilladas de un Sevilla FC que va de cabeza al drama en el 2023

Joaquín Adorna hace 1 año 558
Monchi, en la presentación de Nianzou como jugador del Sevilla FC. Foto: Salva Castizo

El club, fracturado socialmente, no da señales vitales en la gestión ni el equipo en el campo; Monchi ha empezado el mercado invernal tan mal -Badé ha llegado lesionado- como cerró el de verano y Sampaoli ya transmite síntomas de agotamiento.

Ha pasado el Mundial y el Sevilla FC está donde lo dejamos, en un círculo vicioso en el que los despachos y el campo alimentan el drama de un descalabro deportivo en forma de descenso que el aficionado con canas ya ve venir. Los alarmantes síntomas de enfermedad no se cortan de raíz, más bien al contrario. Más que sanar, club y equipo languidecen y, sin reacción, se dirigen a una muerte que sería traumática.

La foto fija de las tres patas principales que hasta ahora han sostenido el negocio da miedo, asustan. Un equipo, la punta de lanza, que ha entrado en el año 2023 en puesto de descenso, en la mima posición en la que despidió el 2022. Un club, la base, fracturado socialmente, sin las cuentas del presente ejercicio aprobadas y judicializado, más pendiente de atender pleitos cruzados entre quienes quieren el poder y quienes tratan de mantenerlo, que de afinar en la gestión. Y una dirección deportiva, el puntal clave en el equilibrio económico, con un estrechísimo margen de maniobra. Como era de prever, se ha llegado al Año Nuevo, con el mercado ya abierto, sin ningún nuevo futbolista entrenando a las órdenes de Jorge Sampaoli.

Este último es el cuarto elemento y empieza a dar señales de agotamiento. Llegó para subsanar el error de mantener a Julen Lopetegui cuando su ciclo estaba acabado. Error ya reconocido como tal por el presidente Pepe Castro en la Junta de Accionistas. Sampaoli habla ya con cierto desahogo, con la despreocupación de quien no se siente máximo responsable del rendimiento de un equipo muy mal construido por Monchi. Sobre el tejado del director deportivo pone el técnico argentino el encargo de mejorar un plantel plagado de perfiles repetidos y mutilado por el inagotable capítulo de lesiones.

Sampaoli no entra en el perfil de los que en su día Pepe Castro llamaba “dolientes”, hombres de club, ejecutivos que además de ser excelentes profesionales, añaden el compromiso añadido que les da la pasión que sienten por el Sevilla FC.  Así los definió cuando recurrió a Joaquín Caparrós como director de fútbol y le puso a Carlos Marchena y Paco Gallardo como adjuntos. A Sampaoli no le corre la sangre roja de Caparrós por las venas, ni muchísimo menos. No es uno de los dolientes y a nadie extrañaría que se bajara del barco antes de su hundimiento. No tiene mucho donde elegir, la verdad sea dicha, pero el Sevilla necesita ahora a un entrenador que, además del fútbol, conozca la idiosincracia de la casta y el coraje.  

Puestos a vender ilusión, tan propio en estas fechas festivas de Reyes Magos, podríamos decir que el Sevilla está vivo en LaLiga, porque quedan 21 jornadas por jugar (63 puntos); y con sus opciones intactas en los dos torneos de eliminatorias, Copa del Rey (se mide este jueves al Linares), y Europa League (tendrá que enfrentarse al PSV). La realidad, sin embargo, te empuja al pesimismo, porque el equipo es muy malo y no parece que Monchi vaya a poder mejorarlo ahora.

El primer fichaje, Loïc Badé, ha llegado como Marcao, lesionado. Qué ruina. Isco y Dolberg salieron y son dos problemas menos, dos fichas libres que no pueden ocupar dos fichajes aparentemente fáciles de cerrar, Ocampos y Bryan Gil, porque las prioridades son otras. La primera, un central zurdo capaz de jugar de lateral. La segunda, un delantero que garantice los “20 goles” que Sampaoli le ha pedido a Monchi o un ‘box to box’ que dé respiro a Fernando.

Atrás queda un año 2022 cerrado con una crisis institucional y deportiva gravísima, muy preocupante. Se acabó la inercia de los éxitos deportivos, se paró el motor de un club desestabilizado por el ansia de poder de Del Nido Benavente y el Sevilla FC se está cayendo. Se desangra por la vía institucional y deportiva. De los despachos se desprende un incomprensible inmovilismo y en el banquillo no hay un doliente que bunkerice el vestuario para que se aísle del entorno y empiece a ganar partidos. Cuatro patas astilladas (club, equipo, dirección deportiva y técnico) que anuncian la tragedia que, de lejos, intuye la afición.

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