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Sevilla FC
Seguramente quede en un accidente en plena temporada, pero en el contexto en el que se produce, después de que el Sevilla FC haya vendido a sus dos principales pilares defensivos, encajar seis goles ante el Arsenal, sentirse desbordados en todos los sentidos ante un rival que no va a jugar la Champions, permite hablar de la primera crisis del Sevilla 2022-23. El dinero está en la caja y el primer ridículo, en el campo.
Y no hay que mirar a José Ángel Carmona porque el chaval tiene condiciones para formar parte de la primera plantilla del Sevilla, ni a ninguno de los canteranos que tuvieron sus minutos reales de gloria. Rekik, al que se le presuponen más galones, hizo una carga excesiva -que pudo interpretarse perfectamente como empujón- para provocar el penalti con el que se inició la sangría. Mirar al árbitro carece de sentido cuando la presión asfixiante del rival, la incapacidad para sacar el balón jugado, la falta de orden defensivo colectivo (a pesar de la presencia de Fernando) y la absoluta falta de mordiente son tan alarmantes.
Ha ocurrido en plena pretemporada, pero imagínense la ‘bomba’ envenenada que caería en ese vestuario con un descalabro de este calibre en el debut liguero en Pamplona. Mejor quedarse, para no ser alarmistas, con la lectura positiva: es bueno que haya pasado ahora para que quienes mandan suturen con fichajes de garantías un proyecto deportivo puesto en el alambre por el modelo de negocio.
En un solo partido se han tirado por la borda todas las buenas sensaciones previas al encuentro preparado para homenajear a Reyes. ¿Es justo? Sobra la pregunta cuando eres el único equipo que ha logrado mantenerse entre los cuatro mejores de LaLiga en los últimos años. El Sevilla no puede permitirse arrastrarse en ningún campo, mucho menos el día que homenajea a un mito, José Antonio Reyes, y el día en el que estrena una camiseta que se inspira en el gran símbolo de la capital de Andalucía, la misma Giralda que presume orgullosa de ver al Sevilla en el Sánchez-Pizjuán… y lejos de Nervión.
En veinte minutos, ya había encajado el Sevilla cuatro goles. No hay excusa válida. De nada sirve argumentar que el Arsenal debutará en la Premier el próximo viernes, ni que se encuentra en un magnífico estado de forma (le hizo una ‘manita’ al Ipswich Town, 5-1, y otra al Nurnberg, 3-5; ganó 2-0 al Everton; 1-3 al Orlando City; y le endosó un rotundo 4-0 al Chelsea). En el minuto 19, lucía un deshonroso 4-0 en el marcador. Dos goles de Saka y otros dos de Gabriel Jesús, ponían en evidencia el entramado defensivo del Sevilla de Lopetegui, su gran fortaleza en las primeras temporadas al frente del equipo. Cayeron cuatro y eso a pesar de que Bono evitó un escándalo aún mayor con algunas intervenciones de muchísimo mértio.
Sin cambios en el arranque de la segunda mitad, probablemente porque mañana juega de nuevo el Sevilla ante el Leicester y Lopetegui quiere ampliar la carga de minutos en las piernas de sus jugadores, poco mejoró el Sevilla. Más bien, aflojó un Arsenal al que se le quedó corta la ‘manita’ y se fue a por la media docena de goles, una barbaridad.
Cuando la guantá es tan fuerte y te la dan con la mano abierta, y el dedo índice de la otra, el sexto en acción, te lo meten en un ojo, la gente deja de mirar al campo y se dirige a los despachos. El Sevilla ha tomado decisiones arriesgadas, se ha visto obligado a vender a dos futbolistas top que le han dado la gloria empezando por la defensa, y ahora está igualmente obligado a construir otro muro de similares garantías. Con las ventas, el dinero está en la caja y el primer ridículo, en el campo. Urge fichar tirando de la cartera llena.