Edición
Sevilla FC
¿Quién es capaz de decir ‘no’ a un 'cheque en blanco'? ¿Quién resiste la tentación de solucionar económicamente su vida y la de su entorno más cercano? La situación en la que se encuentra Monchi es comprensible. Choca, vista desde la piel del aficionado a ultranza que antepone su sentimiento, su corazón sevillista, a todo lo demás. El ultra, el sevillista de cuna, no abandona. Pero Monchi no es un ultra, aunque alguna vez lo haya cantado al viento en la euforia de una celebración. Monchi en el Sevilla FC ha sido un jugador, un empleado y hasta un consejero… siempre remunerado.
El ‘caso Monchi’, este que nos tiene entretenidos desde pocos días después de que el Sevilla lograra su séptima Europa League, se puede maquillar de mil maneras, pero su salida, si finalmente se produce -y todo apunta a que así será-, llegaría por una razón que lo cambia todo: la millonaria oferta, 'cheque en blanco' sobre la mesa, del Aston Villa de Unai Emeri. El dinero, en este caso las libras de la Premier, puede con todo. Mata los sentimientos, hace que se olviden las defensas a ultranza de una pasión y obliga a quien recibe la irrechazable tentación a engañarse a sí mismo con argumentos que tapen la cruda y dura realidad.
Entre el dinero y el corazón navegan las dudas. Lo debe estar pasando mal, muy mal, Monchi. Seguramente, él entenderá que una parte de la afición se pueda sentir traicionada por quien estaba considerado como un ‘Guardián de Nervión’, que lo ha sido desde su posición dando mucha gloria al club. Las razones que Monchi tenga anotadas en un papel para aclarar su mente, de momento, se desconocen. Y no parece que el ambiente sea el idóneo para que las explique en una rueda de prensa como la ofrecida, junto al presidente, consejeros y miembros del plantel, en su último adiós a la Roma.
Sería lo ideal, porque Monchi es parte esencial del Sevilla de los éxitos, de los títulos, eso nadie lo puede negar. Y ese debe ser el deseo del todavía director general deportivo. Sin embargo, esta forzada salida para seguir trabajando en un club que competirá con ‘su’ Sevilla, lo mancha todo. Para Monchi sería el escenario dibujado en sus sueños. Se marcharía por la puerta grande y el que venga a sustituirle que intente empatar el partido. Para los dirigentes, en cambio, una situación u obligación molesta, desagradable o embarazosa, lo llamado coloquialmente un marrón. Le pueden perdonar que no haya avisado con tres meses de antelación, como al parecer indica su contrato, pero no pueden hacer dejación de funciones y no exigir la cláusula de rescisión si no se va a su casa a descansar.
El agotamiento, el mismo argumento antes de su marcha a la Roma, es comprensible. Todos vamos quemando etapas y en su nivel de exigencia es más que comprensible que necesite un cambio. Las presuntas injerencias en su trabajo son más difíciles de justificar. Sentir el aliento en el cuello del club, aunque no lo hagan directamente el presidente o el vicepresidente, es razonable en cualquier entidad con más de 200 millones de euros de presupuesto. Poner en duda lo mucho que gasta la dirección deportiva, teniendo en cuenta todos los beneficios que después ha generado, es menos lógico. En cualquier caso, Monchi tiene las espaldas anchísimas y muchísimos kilómetros recorridos para superar esas injerencias en media hora dentro de un despacho a puerta cerrada.
El ‘caso Monchi’, también es evidente, debe quedar resulto hoy mismo, y ya es tarde. Probablemente sin quererlo, Monchi se va en el peor momento, echando agua al vino de la alegría que ha supuesto la ‘Séptima’. Después del mercado invernal, que habría sido la fecha ideal, no pudo, estaba el equipo en peligro de descenso. La intensa temporada no le ha permitido ejecutar un menos abrupto traspaso de poderes para el sustituto al que ya le busca el club. Monchi ya fichó por el Almería en el 2006, pero se arrepintió y acabó quedándose. En el 2017 se fue a la Roma y el Aston Villa, previo pago, puede ser su nuevo destino. Le llaman los millones de la Premier.