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Sevilla FC
Los que ven mística en el Bernabéu, en las lonas que cubren sus gradas, en sus milagrosas remontadas y en todo el halo que implica el Madrid y el Santiago Bernabéu deberían mirar al Sur para estudiar los fenómenos extraños de que fabrican la buena suerte que acompaña al Sevilla FC en su exitosa reciente historia.
En otro partido lamentable ante los más de mil sevillistas que se desplazaron a Villarreal, el conjunto de Lopetegui arrancó un empate que nunca se vio venir. El Sevilla está un poquito mejor que muerto, como muchos tras una intensa Feria que está dejando un rebrote de COVID en familiares y amigos. Sin hacer nada meritorio, sacó oro ante un rival que dejó al Sevilla pareciéndose al triste Sevilla de Unai. El Villarreal de Emery dominando y sometiendo al Sevilla de Lopetegui. La mejor versión del técnico que dio gloria al Sevilla siendo criticado por todos por su fútbol defensivo, frente a un equipo enterrado en campo propio y tratando de arañar como equipo pequeño lo que logró, un puntito maravilloso.
Nada que rascar. Un desastre el Sevilla de Lopetegui. Toca resetear aun logrando la Champions. De la segunda plaza, mejor ni hablar cuando se acumulan tan pocos méritos. Se pregunta cualquier sevillista de qué sirve concentrar al equipo el viernes en la capital hispalense para afrontar un partido en el que los rivales directos te dejan en bandeja de plata hacer historia. De qué sirven las bajas importantísimas del Villarreal si los que les sustituyen dan un baño de fútbol a los mejores de los que disponía Lopetegui (se quedó a última hora sin Ocampos). De qué sirve la ilusión de más de mil sevillistas que renunciaron a sus horas de sueño para acompañar a su equipo en una cita trascendental en la que sólo les dio la alegría del tanto final del empate, que es mucho en este fútbol tan competitivo, dicho sea de paso.
No hay alegría en el camino y ahí está la muerte del Sevilla de Lopetegui. Da muy poco bueno a los suyos para llevarse a la boca. Un drama constante, una agonía que pudo ser mortal si en vez de Bono hubiera estado en la portería cualquier otro portero que no estuviera tocado por la varita mágica de la fortuna.
Marcó Lo Celso, pero pudo haberlo mucho antes cualquiera de sus compañeros. El drama se veía venir y acabó en amarga felicidad porque el punto final, con Bono interviniendo indirectamente en el gol del empate marcado por Koundé, es un punto que deja certificada virtualmente la UEFA Champions League. Se había clasificado antes tres años consecutivos, pero cayó en la fase previa. Instalar el campamento base en los millones de euros tiene muchísimo mérito, aunque el peaje de matar la parte lúdica del juego sea insoportable para la mayoría del sevillismo.
Evitó Bono el primero del Villarreal en un córner en el que el meta sevillista sacó una milagrosa mano en el remate de Foyth, a quien también sorprendió el saque de esquina botado por Parejo. Su intuitiva acción tuvo como respuesta la felina reacción de Bono, a la que se puede atribuir tanta dosis de suerte como de trabajo y calidad.
La tuvo el Sevilla en la siguiente acción. Recortó En-Nesyri con todo a favor, pero su blando disparo lo detuvo sin problemas Rulli. En una acción similar, Chukweze desbordó a Acuña y demostró su habilidad técnica con un zurdazo al larguero que pudo suponer el primer tanto de los de Emery. Se equivocó Acuña poco después y apunto estuvo de facilitar el tanto local en una acción en la que debió cubrir el balón para habilitar un saque de puerta. Chukweze no encontró a Lo Celso en un lance desarrollado en el área pequeña.
De nuevo apareció En-Nesyri, pero falló ante Rulli en una ocasión invalidada por fuera de juego cuando el Sevilla parecía sacudirse el magnífico arranque del Villarreal. El Papu en el ecuador de la primera mitad lo intentaba también con un disparo con su pierna izquierda desde fuera del área que se marchó cerca de la escuadra zurda defendida por Rulli.
En el intercambio de golpes sin definición, la tuvo Diego Carlos en un lanzamiento de falta. Falta provocada por el Papu, el más incisivo del equipo en ataque. En defensa el mejor fue otra vez Bono. Milagrosa su parada en el cabezazo de Pau tras el lanzamiento de una falta, y en el paradón con el pecho a Lo Celso en una acción en la que se pidió un inexistente penalti previo de Montiel.
Con una amarilla a Lo Celso antes del descanso, no daba su plantillazo para roja como reclamaban los sevillistas, se cerraba un primer acto en el que fue superior un Villarreal que se chocó con el aspirante a Zamora esta temporada: Bono.
En el arranque de la segunda mitad, Delayni se hacía fuerte en el centro del campo, pero el Sevilla seguía dando síntomas de debilidad. Dos acciones clave. Un penalti de Acuña a Capoue en el que Gil Manzano interpreta que no hay intencionalidad del argentino, y un gol de Koundé en propia puerta, golazo, en el que el árbitro, rectificado por el VAR, considera que Boulaye Dia (adelantado) interviene y molesta al central francés del Sevilla en su intento de despeje.
Todo apuntaba al drama, que podía llegar de algunas de las mil maneras en las que el Villarreal se impuso al Sevilla. Presión infructuosa arriba de los de Lopetegui y pésima salida de balón y de construcción en un equipo sostenido por su portero. Milagro o drama. Sufrimiento sin visos de arrancar nada positivo.
Rafa Mir por En-Nesyri, Lamela por Tecatito y Navas por Montiel debían dar un nuevo aire al Sevilla. No cambió la historia ni con la entrada de Óliver Torres por Jordán. Estaba cantado y llegó, demasiado tardó en llegar, el tanto de Lo Celso a cinco minutos del final.
Hundido, con todo en contra, apareció la magia del ‘Nunca se Rinde’ y Koundé rescató un punto que supo a gloria. La virtual clasificación para Champions no debe tapar las miserias de un equipo en lenta caída, pero constante. O Lopetegui da un giro de timón, o el club le pone las pilas al técnico y este aprende a gestionar un plantel construido para mucho más, o el ciclo de Lopetegui llega a su fin. A matado el lado lúdico del fútbol de un Sevilla que se mueve con la misma angustia que su entrenador. Cuesta decirlo, pero el histórico Sevilla instalado en Chamipions está hoy como muchos sevillanos, muerto en vida. Para ser exactos, una mijita mejor que muerto.