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Sevilla FC
El fútbol le ha brindado una oportunidad cuando menos lo esperaba. Lo llamó el Sevilla FC para resucitar a un equipo sin vida y, cambiando ‘cuatro cositas’, lo ha resucitado. En esta ocasión no hay la más mínima duda. Si Juande Ramos abrió la lata con el primer gran grupo de futbolistas excepcionales; y con Unai Emery o Lopetegui había quienes se atrevían a decir que el Sevilla ganaba títulos a pesar de los entrenadores, por contar con equipos plagado de estrellas; en esta temporada no hay la más mínima duda y, si es que sí… si es verdad que este Sevilla es capaz de levantar la séptima Europa League (sería su octavo título europeo sumando la Supercopa de Europa), será la Europa League de Don José Luis Mendilibar.
Quizás el fútbol, que ya ha bañado muchas veces con éxitos al entrenador de la Roma, José Mourinho, quiera ahora ser generoso con un Señor, en mayúsculas, que ha entregado su vida al fútbol y con el que este debe sentirse en deuda. Estaba en paro y ahora aprovecha la primera gran oportunidad en su dilatadísima carrera. Mendilibar cuenta con los sólidos cimientos forjados en campos y en equipos humildes, que no pequeños. Si no los hubiera tenido, si en su libreta no hubiera simples respuestas a problemas complejos… se habría estrellado, se habría caído como lo han hecho quienes le han precedido cargados de glamour.
Le ha ayudado, obviamente, el Sevilla FC, que por muy tocado que estuviera en diciembre o en marzo, es un gran club con unas sólidas estructuras. Así lo demuestran los hechos. En la peor de sus últimas temporadas, aún tiene opciones matemáticas de clasificarse para Europa vía LaLiga, estuvo a punto de meterse en semifinales en la Copa del Rey (cayó en la prórroga ante Osasuna) y se ha plantado en una nueva final europea tras tumbar a dos buenos equipos, el PSV y el Fenerbache, y a dos poderosísimos transatlánticos, el Manchester United y la Juventus de Turín.
Un estilo definido
Mendilibar ha puesto en práctica el sentido común y lo ha expresado sin el lenguaje inventado de Sampaoli. Ha implantado un sistema de juego en el que los jugadores se sienten cómodos y en el que cada uno de ellos saca su mejor versión. El Sevilla de Mendilibar tiene personalidad propia, se sabe a qué juega. La pizarra en la gran final de este miércoles en el Puskás Aréna de Budapest está dibujada desde antes de empezar. Se sabe a qué juega la Roma de Mourinho y nadie duda de cómo va a jugar el Sevilla, ni con quiénes (los que pondría la inmensa mayoría de aficionados, los mejores).
Puestos a elegir, seguramente el sevillista se identifique más con el fútbol que practica su equipo (atrincherarse nunca ha sumado adeptos en Nervión). La puesta en escena de Mendilibar conecta con el sentir de la afición. Un fútbol atrevido, valiente, intenso, directo, generando ocasiones y defendiendo con casta y coraje hasta el último suspiro, sin rendirse nunca. Este equipo genera ocasiones de gol, muchas ocasiones de gol. Ha aparcado los pases ridículos entre centrales y el portero de Lopetegui; y ha enterrado la falta de equilibrio, y ese mismo protagonismo del balón en área propia, de la segunda etapa de Sampaoli. Si tiene acierto rematador arriba y si no comete errores groseros que den opción a la Roma, va a tener sus opciones de levantar la ‘Séptima’.
De exceso de sinceridad tacha a Mendilibar quien piensa que no debió decir públicamente que “Suso debe correr más”, ni calificar de “burra vieja” a Joan Jordán. Suso le contestó también públicamente (“no he corrido en mi vida”) y sobre el campo: marcó el golazo del empate ante la Juve que supuso el primer paso para estar este miércoles en la final. Joan Jordán también ejerció su derecho a réplica y ahí está hoy en Budapest, como uno más, aunque con menos ritmo, y con sus opciones de disputar algunos minutos.
Puede ser la séptima, pero trae aromas de primera. Los jugadores (le quieren dedicar el título a Gudelj, ha perdido al hijo que esperaba, y a Sergio Rico, ingresado grave en la UCI tras sufrir un accidente con el caballo en El Rocío) están liberados, después de una temporada de sufrimiento acumulado, y la afición también. Lo pone de manifiesto que, pese a la distancia y las dificultades, está protagonizando el mayor desplazamiento europeo en la historia de un club que ya ha conquistado Eindhoven, Glasgow, Varsovia, Turín, Basilea y Colonia, en este caso sin público por la pandemia, y Mónaco (aquella inolvidable Supercopa de Europa ante el Barcelona 0-3).
Los temores de un descenso se apagaron con la llegada Mendilibar. El técnico vasco ha devuelto la autoestima al equipo y ha llevado al sevillismo a Budapest. A él, si es que sí, habrá que otorgarle gran parte del mérito cuando el Sevilla levante al cielo de Hungría su séptima Europa League y todo lo que ello conlleva (clasificación para la UEFA Champions League y la Supercopa de Europa).